viernes, 30 de noviembre de 2007

Utopia-land

Este es un pequeño relato de social-ficción. Resume casi todas mi ideas respecto de la dirección que lleva nuestro mundo y que de hacerse realidad, algún energúmeno u energúmenos harían lo posible para que su final no fuese precisamente el que tiene.

Utopia-land

-- Ya han pasado unos siglos desde la "Gran Hecatombe". Sí, la "Gran Hecatombe". La sociedad del llamado “siglo XXI” había llegado a un estado límite. La población alcanzó los 20000 millones de habitantes. Las diferencias sociales eran abismales, había grandes zonas del planeta en donde reinaba la pobreza absoluta, mientras que en otras, la abundancia y el despilfarro estaban a la orden del día. La contaminación, el efecto invernadero con el calentamiento global, el deterioro de la capa de ozono..., tenían en jaque al planeta. Los recursos naturales, muy mal gestionados, acabaron por no ser suficientes. Los no renovables como el petróleo y los combustibles sólidos, se agotaron a mediados del siglo XXI cuando aún no se había llegado al manejo útil de la energía nuclear de fusión. Los recursos renovables, (la energía eólica, la solar, la de las mareas, etc,) no habían sido desarrollados con premura y cuando llegó la escasez, no fueron suficientes para evitar el colapso de las sociedades desarrolladas. Además, las poblaciones de las zonas subdesarrolladas, se abalanzaron hacia las regiones mas desarrolladas produciéndose una invasión insostenible. Las consecuencias no se hicieron de esperar. La economía llamada “occidental”, basada en el consumismo desmesurado y en la oferta y la demanda, se vino abajo. Se produjeron problemas sociales gravísimos. Aumentó el racismo, el nacionalismo y el extremismo religioso. Se desembocó en un conflicto generalizado por el control de los escasos recursos naturales. Volvieron a usarse las armas nucleares pero esta vez a gran escala. Tras las contiendas, llegó la gran hambruna y las enfermedades globales y el caos se apoderó de todo. El resultado fue catastrófico. La Tierra sufrió la mayor extinción de su historia. El 99,9% de las especies dejaron de existir. También los seres humanos se vieron afectados en esta medida. Sólo quedaron uno cuantos cientos que a la hora del cataclismo global se encontraban realizando un experimento de supervivencia a largo plazo para la exploración espacial y que se hallaban incomunicados en las profundidades marinas. Al regresar a la superficie se encontraron con la destrucción casi total de la vida.
Hoy al planeta ya sólo le quedan las profundas cicatrices de tal cataclismo, la vida ha ido resurgiendo cubriéndolo todo de nuevo y podemos decir que la sociedad resultante de los pocos seres humanos supervivientes ha conseguido un equilibrio total. Pero con algunas concesiones. Ahora, todos los humanos nacemos iguales, vivimos de acuerdo a nuestra capacidad y sobre todo de acuerdo a nuestras inquietudes y méritos. Las grandes lacras antiguas han sido superadas: los nacionalismos fueron eliminados de raíz, las religiones también, el racismo ya no existe, todos hablamos el mismo idioma y la estructura social se ha optimizado. La familia, núcleo de la antigua sociedad se sustituyó por un modelo que mejora la protección que ésta ofrecía y elimina las grandes deficiencias que tenía. Así, ya no es posible nacer en una familia pobre, en un país atrasado o tener unos padres separados. Todos los humanos procedemos del mismo lugar LA GRANJA (algún día explicaré su funcionamiento) y sólo en un número que la Tierra puede mantener sin crear problemas al propio planeta y los necesarios para mantener una sociedad del bienestar en marcha. Se evalúa nuestra capacidad y se nos educa con el fin de que saquemos el máximo provecho de nuestras facultades. Somos libres de hacer lo que nos plazca, eso sí, respetando escrupulosamente la sociedad y a sus componentes. Al llegar a la mayoría de edad, se nos dota de unos bienes con los que iniciar nuestra andadura. Todo lo que se consiga en la vida puede ser consumido o despilfarrado ya que al final de ella, pasará a repartirse entre los nuevos seres humanos que van reemplazándonos. Se acabaron las antiguas disputas de herencias porque ya no se tienen hijos. El sexo dejó de ser una necesidad para los hombres y una complicación para las mujeres. Cada cual lo ejercita por puro gusto ya que no es necesario para la reproducción. A modo de colmena, todos nacemos estériles, salvo unos pocos elegidos para la reproducción que están especialmente cuidados y que por esto mismo se les exige grandes responsabilidades. Al envejecer, no somos carga de nadie y la sociedad en esos momentos nos brinda todo lo necesario para una existencia cómoda y digna. Al final dejamos este mundo sin sufrimiento, en absoluta placidez. Ya no hay guerras, las ambiciones de poder han sido eliminadas también. Las personas que dirigen a los ciudadanos son líderes por naturaleza. Son especialmente evaluados y valen para dirigir, lo hacen bien y viven y actúan para la sociedad. Consiguen de los demás su reconocimiento y la sociedad los valora en su justa medida, ni más ni menos, cualquier desviación o asomo de corrupción es cortada inmediatamente de raíz.
Nos llamamos a nosotros mismos, ciudadanos, como antiguamente, pero las connotaciones de la palabra han cambiado. Los deberes, pesan, en la nueva “Constitución General” tanto como los derechos y hay una premisa previa a todo:

“Nuestros derechos, terminan, donde empiezan los de los demás”



En relación con lo que dije al comienzo, se me ocurren al menos tres tipos de energúmenos que seguramente darían al relato un final distinto.

Unos serían los libertarios". Aquellos que por mor de su tipo humano simplemente abogarían que lo primero es la libertad y todo lo demás ha de estar supeditado a ella.
Otros serían los "fascistas" que mor de su existencia humana, se consideran superiores a los demás y que ademas se creen en el derecho de dirigir sus destinos sin que se les pida.

Y otros serían "los dejaos" aquellos que se haga lo que se haga de una forma u otra, todo les importa un pimiento no haciendo nada mas que lo imprescindible para su subsistencia.



Por esto he llamado al relato Utopia-land, porque a esos, no hay nada que los cambie, ni siquiera el mayor cataclismo de la Historia.

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